Debo decir que si KOKOLOKO es buena es por la incansable docena de chicas y chicos, jóvenes cineastas noveles haciendo su primer largometraje, que con un promedio de 24 años armaron la película conmigo a pesar de que éramos muy pobres. Juntos reaprendimos a hacer cine con las manos, a ellos y a los actores les debo esta película.
‘’Kokoloko es para mi el intrépido viaje de un cybersex mexicano tal vez fallido”
En 2016, después de haber fallado en todas, recibí una noticia: la película americana de improvisaciones que estaba intentando terminar con varios actores “interesantes” sería quitada de mis manos. Sería terminada por alguien más y tendría mi nombre. A pesar de tener en el contrato el anhelado “final cut” fui renunciado de mi película y regresé a México. Visité a los señores oficiales de los fondos gubernamentales, me saludaron y me despidieron. No me han aprobado en 10 años un solo peso.
Me lancé a hacer KOKOLOKO como un epitafio. Encontré el coraje para gastar mis últimos pesos en material 16 mm Kodak cuando leí una nota donde Noe Hernández, a manera de disculpa, reiteraba que él no tenía la culpa de tener la cara que tenía, que no tenía la culpa de haber nacido así y que mejor se regresaba a trabajar de chivero. Lo llamé y me encontré con él más tarde en el restaurante La Ópera. El, desangelado, hablaba de estar harto del medio y de recibir solo papeles secundarios “de malo”. Aunque andaba corto logré invitarle su plato y una cerveza. Nos reímos de nuestra suerte y le pedí que me diera una película más, que no se retirara todavía. Ningún productor respondía mis llamadas y me aventé a esta aventura sin fondos con la sonrisa de mi socio Gabriel, mi mejor porra.
Caminamos por una semana en las playas oaxaqueñas entre algunos encuerados y suspiramos con nostalgia lo increíble que sería hacer una cinta donde pudiéramos explorar la sensualidad de nuestra piel mexicana tan ausente en nuestras pantallas inocuas, la era de la libertad, de poca piel. Encontramos en Alejandra Herrera y en Lalo Mendizabal los otros actores para enfrentar nuestras ambiciones. Haríamos un film que viera de frente temas complejos, manifestaciones de la violencia de género. Las escenas de sexo y fuerza echaron chispas. Llegará el momento de Alejandra para contarnos cuál fue su experiencia al realizar esta película, Noe sería nuestro vehículo para explorar al macho violento. Nuestra teoría sobre el azar empezó a tomar fuerza, la película sería un happening vivo donde se cruzarán tres líneas; una improvisación guiada por los actores sin cambio de vestuario permitido, una cámara secreta que registraría estos evento y la suerte, pues no había equipo de apoyo, así que los actores tendrían que interactuar con el mundo real. Insertarse en la realidad y filmarla fue un desenfreno, y eso es la película. El negativo llegó del laboratorio mostrándose manchado y enrojecido, lo tomé como una clara señal que había que seguir. Cuatro años después no hablaré del esfuerzo que significó terminarla.
Agradezco a IMCINE por su sistemático desprecio y altanería. Este dinero que llega de la suerte una vez más nos salva del abismo, podré pagar algo a los actores que verán que su trabajo honesto sí rinde frutos.
Resulta simpático que en estos tiempos de reivindicaciones sociales una cinta que busca abrir el debate serio reciba de forma coordinada el “fuego amigo” de las programadoras progresistas que pensaron que KOKOLOKO era una cinta que promueve el mensaje de odio.
Ganamos un premio que nos permitirá mostrar esta película. Brindo con mi equipo que me ayudó a hacerla luchando por crear algo diferente y a ti Gabo hermano gracias por tu ayuda.
Cualquier streamer y distribuidor que nos ayude mostrando esta película, les aseguro no se arrepentirán, es un poema onírico que se puede disfrutar. -Gerardo Naranjo
Gerardo me pidió escribir sobre KOKOLOKO, así que me he aventurado en vaciar aquí algunos hechos sobre mi proceso en este viaje:
Pienso que estamos acostumbrados a consumir y creer toda aquella fantasía que muchos medios y discursos nos venden, acerca de lo que “se debe” entender por una mujer “empoderada”, una alegoría femenina que está por encima de todo y de todos, una exitosa empresaria que no “necesita” un hombre y que maneja un BMW mientras bebe “Starbucks” todas las mañanas; la realidad es que muchas mujeres luchan por sobrevivir día con día, luchan por todo aquello que no nos parece verdadero “empowerment”, como lo es la libertad de expresarse, de hablar; como sociedad aparentemente progresista hemos desvalorizado esas voces, esas situaciones nos parecen lejanas tanto histórica como geográficamente y lo peor es que muchas personas no quieren ver esa lucha, ni esas vidas; tal vez porque no les parece “políticamente correcto”, porque son “turistas” en su propio país o porque simplemente les da miedo.
Hay que ver las cosas “como son”, hablarlas “como son”, sin la censura de lo que debe y no debe ser, sin pensar mucho en el cómo sino en el que; debemos abandonar nuestro papel de jueces que ejecutamos cada día a través de nuestros likes o posts desde la comodidad de nuestro Facebook, Twitter… donde todos somos dioses omnipotentes a través de la cultura del “me gusta” y él “me enoja”.
Nos consumimos por catálogo, ya sea Tinder, Facebook, Snapchat, en forma de mensajes o seducción a través de las “nudes”…donde creamos escenarios y posteriormente los juzgamos.
Hemos perdido algo y nos hemos refugiado en el consumo de imágenes, en la sobresaturación de la comunicación a través de la tecnología de dispositivos supuestamente “inteligentes”; tenemos miedo de nuestro cuerpo y más aún del cuerpo del otro; la erotización humana se va perdiendo cada vez más, el mundo ahora es impersonal y ocurre dentro de los celulares, donde ya no sabemos quién tiene mayor validez: ¿somos nosotros o somos el avatar que creamos?
Gerardo tenía una consigna y de todo lo que sucedió fuimos causa y consecuencia; Marisol adquirió vida entre el sol de Mazunte, el Zika y la alta fiebre que causó en todo el equipo.
Dejando atrás mis filias y fobias, fui a mis más reptilicus impulsos y me permití vivirlos sin prejuicio, sin miedo y sin la autocensura que muchas veces nos resta poder humano. Estuve ahí, en esa real y honesta desocultación de dos cuerpos, sin saber de lo que eran capaces de hacer, únicamente me otorgué a mi misma la premisa de llegar hasta las últimas consecuencias de explorar esa gran potencia que es el encuentro de dos cuerpos dispuestos a hablar por otros.
Deconstrucción que nos hace verdadera potencia, ser sensibles, eróticos, hablar sin una fórmula preconstruida: eso, para mi es KOKOLOKO.
Por lo demás, vivimos nuestro nuevo ecosistema ubicado en Mazunte, como éste lo exigía; únicamente me protegí con bloqueador y un diario baño de ajo contra los mosquitos portadores de Zika, todos los objetos dejaron de ser accidentes, llegó un punto en que incluso los aromas del lugar, como el olor a ajo que desprendía mi piel o el aroma tan amargo del repelente contra mosquitos de Noé y Lalo, se integraban de manera tan perfecta que incluso podían contar la historia del universo de Mundo, Marisol y Mauro. -Alejandra Herrera
Una bocanada de aire fresco y puro se respira cuando veo una película que rompe con las estructuras académicamente aprendidas, cuando huye de las formas tradicionales de contar una historia. Y es que cuando vemos la desarticulación del tiempo, del diálogo , la continuidad y la estructura narrativa lineal, en KOKOLOKO el subtexto empieza a tomar voz y forma. Eso que no leemos con lo que se dice, sino lo que está detrás del texto y de las acciones, lo que se calla. De ahí que los significantes en toda la película se abren para hacer de la metáfora un lenguaje vivo, dónde podemos entender que este mismo rompimiento y desarticulación, es representativo del estado físico y emocional en que se desarrollan los personajes.
Personajes rotos, resquebrajados en un ambiente hostil, agresivo, intempestivo como su mar que rompe contra el cáncer social implacable, soez, inquebrantable… para hundirlos sobreviviendo en sus invisibles vidas. Esas, que a casi nadie importan, esas vidas de los otros, esos tantos mexicanos de nuestro mismo color; que buscan huir incluso de sí mismos y auto defenderse, pero al final no importa a dónde vayan, “igual van a morir”, como se hacía llamar el título de la peli en un principio. Aunque corre la esperanza de que un espíritu femenino nos fecunda de amor, y parir algo más humano. -Noe Hernandez